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1/6/14

Las llamaban las nadadoras. Emergían como la flor de entre las aguas, aquí y allá se las veía, en los lagos y en las fuentes, apenas un atisbo de sus cuerpos. Eran de una raza diferente. En la escuela se dormían, negándose al estudio y a los juegos. Se sentaban al borde del estanque y allí permanecían largas horas, mudas y adoradas, peinándose el cabello con los dedos. Yo las observaba en la distancia. Aquella lejanía de sus voces, de los cuerpos ondeantes en el agua. 

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