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5/4/13



Y entonces sucedía. Brotaba de la tierra el sonido de su canto, era el bosque el santuario, guardaba entre las ramas la risa de las niñas. Yo corría como el lobo, pensaba, quizás me acepten entre ellas, quizás mi cuerpo liso se erice entre sus brazos, se crezca como la flor en primavera. Quizás muchacha y no mujer logre el amor nunca encontrado, este que se palpa en el rostro de la morena, en la sonrisa de Isabella y en la mirada, siempre franca, siempre cálida como la piel del niño o la del ave.

(...)

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