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19/12/14


Yo soñaba con la casa. Con mi infancia frágil, triste, con mis ocho años en la escuela. Una vez mi padre me golpeó con una vara. Me azotó las manos con presteza, sin mirarme, su rostro era una sombra indefinida. Yo tendí las palmas desolladas. Porque eres mala, me dijo. Porque eres mala, y la vara se abatió sobre mi carne. En la escuela los maestros nos hacían desfilar por los pasillos. Si alguna tropezaba continuaba de rodillas, una mártir diminuta. Las demás permanecíamos de pie, rígidas, mirábamos al frente con una terquedad adquirida con los años. El oprobio de las otras no nos concernía. (...)
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