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18/1/15

Es una criatura bellísima. Un muchacho rubio, dócil, prendido del pezón oscuro de la hembra. Mírenlo, ahí tendido entre las patas, miren cómo se parece a los terneros. Tiene el espinazo al descubierto. La piel es blanca, suave, el vello se le eriza levemente. Pronto será un objeto de deseo. La madre lo señalará, le peinará el cabello con los dedos. Posará el rostro sobre su vientre. También el padre deseará a este niño que descansa oculto de la vista. Deseará el cuerpo, las manos, los dedos delgados que se aferran a las ubres. El niño todavía no lo sabe. Desconoce el deseo que despierta, la belleza, desconoce la franqueza de la mirada. De los ojos grises. Los mismos ojos grises de la hermana.

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