No era en modo alguno como las otras. Tenía la
belleza, los largos cabellos dorados, las manos veteadas del azul más
asombroso. Tenía como ellas la luz en la mirada, cierta luz perdida por los
hombres hace tiempo y solo reencontrada por medio de su cuerpo, de su amor
salido de otro mundo. Otras tantas cosas la hacían semejante a las muchachas,
ciertas cosas pequeñas o no tanto, pero la suya era otra pasta por entero. Y
así lo comprendían los jóvenes del pueblo, así lo sabía él que la quería. Que
tú eres diferente, le decía, que tú niña valiente te meces como los juncos y no
como las hembras.
28/7/13
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Pero qué hermoso es este lugar.
ResponderEliminarEl mundo merece la pena solo por esos seres que se mueven de forma distinta. Como ella, en su caso como los juncos.
ResponderEliminar¡Qué encanto haberte encontrado!
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